Día del Padre

Día del Padre

A mi padre...

Todo comenzó un domingo en casa con la emisión de un comando mientras jugaba con mi hija: “Alexa: modo papá”. Lo curioso del juego, era que Alexa respondía frases paternales muy mexicanas y en aquella ocasión, la respuesta fue: "Ya lo entenderás cuando seas grande". 

Mi hija, sin entender aquella sentencia, me miró intrigada:

—Papá, ¿por qué Alexa dice eso?

No pude evitar regresar en el tiempo y recordar a mi padre diciéndome estas mismas palabras en mi infancia, tratando de justificar sus decisiones, que parecían inaceptables e incomprensibles para mi en ese momento. Regreso al presente y me doy cuenta que a estas alturas de la vida, he llegado no solo a ese momento de ser grande, sino también de ser papá. 

Solo puedo decir: Cuanta razón tenía mi padre…

Un mes después, me encuentro aquí en mi tierra, Oaxaca, contemplando la lluvia y su relajante sonido la noche previa a la celebración del día del Padre. El plan de celebración familiar: visitar San Martin Tilcajete para conocer de cerca una de las tradiciones artesanales mas icónicas del estado de Oaxaca: Los Alebrijes.

De regreso al hotel, tras haber admirado el arte de los talleres, una imagen persistía en mi mente: la analogía viva entre la creación de un alebrije y el acto de ser padre.

Todo comienza con un trozo de copal áspero y lleno de posibilidades, sobre el cual trabajan las manos de los artesanos curtidas por el tiempo, buscando la forma oculta.

Un padre también empieza con lo crudo: un llanto, una risa, un hijo que aún no sabe quién es. Su tarea no es imponer, sino descubrir.  

Con machete y gubias, el artesano quita corteza, alisa asperezas. No hay prisa. Cada corte es una decisión.

Ser padre es tallar con paciencia: corregir sin lastimar, guiar sin ahogar. Cada corte del artesano es un consejo, cada lijada un gesto de paciencia. La labor como padre, no es moldear a su antojo, sino revelar lo que ya existe dentro. Cada detalle lleva tiempo, como cada enseñanza, cada consejo y cada abrazo que un padre ofrece en el camino.

Un alebrije no sería mágico sin sus tonos vibrantes, sus contrastes y sus detalles inesperados. Cada hijo lleva los colores que su padre les enseña, pero también los que ellos mismos descubren. Un padre no pinta por ellos, les da las herramientas para que creen su propia paleta. Aquí, lo pequeño importa más: las alas de un dragón, los cuernos de un venado, los ojos de un jaguar, incluso las líneas casi invisibles.

Un padre sabe que la diferencia esta en los detalles: ese consejo en voz baja, el silencio que acompaña, la mirada que dice confío en ti sin palabras.

Ningún alebrije fue hecho para quedarse en el taller. Su magia está en salir al mundo, en que otros contemplen su singularidad. Un padre sabe esto mejor que nadie: su triunfo no es retener, sino “dar alas” y confiar en que los colores compartidos brillarán, incluso bajo otros cielos.

Este Día del Padre, celebramos a los artesanos de lo invisible. A los que tallan futuros.

Gracias Papá Búho...

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